Todo el mundo habla de ella.
Mucha gente la padece.
En el súper, en el colegio, en el trabajo o en las noticias.
Ansiedad, ansiedad, ansiedad.
Sin embargo, ¿sabemos qué significa realmente?
Entre Psicología y Lenguaje General hay, a veces, un abismo.
No quiero ponerme puritana y decir con esto que no podemos usar términos de algunas disciplinas sin conocerlos en su totalidad. Nada más lejos de la realidad.
Me siento muy agradecida de que la Salud Mental esté por fin en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Prefiero, sin lugar a dudas, normalizarla en vez de condenarla, como se hacía a menudo en el siglo pasado cuando, si ibas al psicólogo era porque algo estaba mal contigo o tenías algún trastorno grave.
Por todo eso, me alegra que podamos hablar de ello con naturalidad. Aunque eso no quiere decir que siempre lo hagamos con responsabilidad (y me incluyo en esa conversación).
¿Qué es la ansiedad?
Hace unos días compartí un texto donde intentaba expresar un episodio de ansiedad que yo había vivido hace tiempo (casi del todo parecido).
El texto es este:
Lo nombré así, pues en muchas ocasiones mi ansiedad se siente como un peligro. Y, de hecho, el cuerpo lo vive así.
Lo que conocemos con ese término es una respuesta de nuestro sistema nervioso simpático, que se activa ante lo que considera una amenaza para el individuo (tú) y comienza la danza de actividad hormonal que desencadenará algunas de las manifestaciones que se dan en estos casos. Dime si te suena alguna:
Taquicardias
Respiración agitada
Calor repentino
Nerviosismo
Sensación de miedo
Pensamiento rumiante u obsesivo
Hipervigilancia
Tensión muscular
…
El cuerpo fisiológico sabe cómo activarse ante un peligro. Lo que no discierne es cuándo éste es real o no. Por consiguiente, el cerebro actúa en ambos casos de la misma forma.
¿Por qué tengo ansiedad si no estoy ante un peligro “real”?
Hablo a menudo de la importancia de contextualizar lo que nos ocurre. Cuando me llega a la consulta alguna persona que me comunica que padece de ansiedad, siempre me intereso por su modo de vida (a parte de otras características que puedan contribuir a ese u otros estados).
¿Por qué?
Porque cambia mucho tener una respuesta ansiosa en un ambiente calmado, poco estimulado, con un ritmo de vida tranquilo y una salud buena, a la que pueda sucederse en lugares que constantemente sean focos de activación, con una demanda alta en cuanto a expectativas y donde sea difícil gestionar las propias emociones.
Estos ejemplos, que pueden parecer polos opuestos, nos muestran la posibilidad de un abanico existente de situaciones que contribuyan a la hiper activación de nuestros sistemas nerviosos.
Teniendo en cuenta el ambiente, otros aspectos a considerar son:
Memorias somáticas
Perfeccionismo
Depresión, tristeza extrema o algún proceso que afecte a la emocionalidad de la persona
Enfermedades o duelos
Desregulación neuroquímica
Respuesta de estrés cronificada
Neurodivergencia, TDA/TDAH, autismo
Hay varios factores que pueden activar un proceso de ansiedad y es importante, no solo conocerlos, sino poder saber cómo afrontarlos.
Escuchando mi cuerpo
Desde que comencé mis estudios en Psicoterapia Somática, mi mirada hacia el cuerpo ha cambiado notablemente. Donde antes veía personas distintas, ahora leo memorias.
Espaldas curvadas, músculos hipoactivos, miradas huidizas, respiraciones superficiales… El cuerpo es un grandísimo mensajero y está, constantemente, dándonos información.
Ya he comentado en alguna ocasión que el cerebro no está preparado para ser feliz, sino para sobrevivir. Y con ese objetivo, hará lo que sea por hacerte seguir adelante. Si necesitas calcio, lo sacará de todos los lugares seguros para equilibrarte (incluso si tiene que cogerlo del lugar más importante). Si necesitas descansar, te mandará dolores de cabeza, vista borrosa y pesadez hasta que te des cuenta y le escuches.
Nos habla todo el tiempo y siempre buscando que sobrevivas.
Recuerdo una frase del magnífico Emili Duró que decía:
“El cuerpo prefiere una gran enfermedad a un estrés que no puede gestionar”.
Y tenía razón. El cuerpo quiere cuidarte. Quiere que encuentres tu equilibrio. Pero a veces lo hace como puede, como sabe y no de la mejor forma. Y a ello se le une que nos cuesta mucho entenderle.
¿Cómo hacerlo? ¿Cómo escuchar y entender mi cuerpo?
Bien… No sé si te va a gustar mucho esta parte, pero una de las formas en las que puedes entender esas señales es…. Venga, te la sabes…
PARAR
Sí. Parar. Un momento, un instante. Parar, respirar conscientemente y escuchar.
Formas de hacerlo:
Haz un chequeo superficial por todo el cuerpo. Comienza por los pies y ve subiendo, poco a poco, atendiendo cualquier molestia o incomodidad que surja (física, emocional o cognitiva).
Escribe. La escritura libre o terapéutica es maravillosa para soltar pensamientos o emociones que llevamos dentro y aligerar nuestras ajetreadas mentes. Con distancia, al leer lo que escribes, podrás observar patrones que se repiten o preocupaciones de las que puede que no fueras consciente.
Mueve tu cuerpo, de forma agradable. Una caminata, un bailoteo, yoga… Observa qué ocurre cuando te mueves de forma consciente y cómo afecta eso a tu estado general.
Medita. Como hablábamos al principio, la meditación también es un término harto generalizado pero que en ocasiones se conoce poco. Si no la has practicado nunca, simplemente ponte un temporizador de 5 minutos (con un tono de alarma suave y placentero) y quédate contigo mismo o misma. Puedes cerrar los ojos, respirar de forma consciente y quedarte con lo que venga. Da igual si llegan o no pensamientos (spoiler, vendrán). Lo importante es que te quedes.
Integrando conceptos
La respuesta de ansiedad es un asunto complejo y serio que merece mucho apoyo, visibilidad y herramientas adecuadas. Una de las que siempre recomiendo es la COMPASIÓN.
Un cuerpo que llega a tener respuestas de activación repetidas es un cuerpo que, de alguna manera, no puede más. Intenta sostenerse y se activa a menudo, buscando una descarga, una pausa, un apoyo.
La compasión es esencial para mirarlo y abrazar la fortaleza que reside en ti y que procura mantenerte en pie en todo momento.
Si te apetece que hable en más profundidad de alguna de las cuestiones que he comentado, déjame un comentario y estaré encantada de ampliar más este tema.
Este domingo ampliaré las herramientas de las que te he hablado con un ejercicio y una meditación guiada. Espero que lo disfrutes.
Que post tan necesario. Gracias por hablar de cosas importantes
¡Qué difícil se hace a veces gestionar la ansiedad!
Dibujar también ayuda, aunque no sepas. Es una forma muy directa de sacar aquello que llevas dentro, bueno y malo, sin pensar.